jueves, 26 de julio de 2018

Bastet

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 Ella permanecía callada, con los ojos entre abiertos y la mirada perdida. El peso del pensamiento que la sumergía como una piedra atada al tobillo, mientras yo la dibujaba suavemente con el dedo; me deslisaba sobre la silueta de su rostro e imaginaba: un diamante perdido en el espacio-tiempo.
Fue cuando observé la veta, el velo de su inocencia, que indagué al universo y las olas de realidades, que funciones o probabilidades fisico-químicas regían en su destino. Los Dioses hablan.
Observo la meseta de su cuerpo, sus dibujos, tatuajes genéticos y me pierdo en los caminos de su piel he invoco al D1os, padre Zeus y me convierto en Apolo.